Tuesday, June 18, 2013

GAY PRIDE

Mi novia está harta de mí, lo primero que hago cada mañana después de ducharme es un ritual que consiste en decirle, mientras me seco, que me encanta mi cuerpo. Puede parecer una broma, pero es la verdad, me encanta; ya sé que es mejorable, pero puedo decir tranquilamente que la Madre Naturaleza fue buena conmigo (diría que no es la primera vez que digo esto...).
El caso es que el otro día quedé en Sitges con mi amigo Óscar y nuestras respectivas parejas y coincidió con la celebración del Orgullo Gay. Llegamos cuando ya estaba a punto de acabarse la fiesta, pero todavía tuvimos tiempo de ver la gran ovación de la tarde (si exceptuamos la que se llevó una turista que no tuvo otra ocurrencia que hacer un strip-tease usando una farola como barra americana...). Íbamos por la calle del Pecado cuando nos cruzamos con unos tíos (buenos) que iban en bañador llevando en sus manos unas banderas que, supongo, anunciaban algo (fracaso publicitario, puedo asegurar que nadie miraba lo que decían). El caso es que eran unos seis o siete pavos y todo el mundo, o al menos, hombres homosexuales y mujeres heterosexuales, les dedicaron una, como se suele decir, cerrada ovación. Creo que fue una humillación en plan "chavales, esto es lo que hay, superadlo si podéis". La verdad es que quedé impresionado, me giré y, hasta, creo que mis labios soltaron un "hijop...". Lo primero que hice fue reconocerle a mi novia que tenían mejor cuerpo que yo. Había que reconocerlo.
Sin embargo, esta mañana, después de ducharme y siguiendo mi ritual, mientras me secaba, le he recordado a mi novia que me encanta mi cuerpo. La humillación ha durado unas pocas horas, es más, mi novia cree que debo de sufrir algún tipo de patología.

Sunday, June 09, 2013

VERANO, TERRAZAS Y CAMBIOS DE MARCHAS

Salí el otro día del gimnasio y al pasar junto a la terraza de un bar, me acordé de la cantidad de horas que había pasado con los amigos en verano en esa misma terraza. Molaba. Verano, amigos y una terracita. Me vino a la cabeza una anécdota de esas que de tan surrealista que es, a veces pienso que no sucedió, sino que fue un sueño o una leyenda urbana que me explicó alguien. Pero no, sucedió. A ver, que nadie piense que fue algo digno de salir en "Cuarto milenio", pero sí fue gracioso.
Como decía, tomábamos algo en esa terraza, cuando desde la calle perpendicular a la de nuestra terraza asomaron dos o tres camiones de mudanzas. Ahora ha cambiado, pero en ese momento, los coches aparcaban a los dos lados y dejaban un pequeño hueco para que pasasen los coches. En este caso, camiones. Recuerdo, pues eso, unos camiones pasando y lo siguiente... un camión atascado. Sí, como suena. No sé cómo, pero un camión se había quedado atascado y no había manera ni de tirar adelante ni de tirar atrás. La gente mirando el espectáculo, los compañeros dándole consejos para sacar aquel trasto de allí... No había manera.
Cuando alguien pierde los nervios, lo peor que puede suceder es que se suponga que no puede perderlos. No sé, es como si te pierdes en la montaña y el guía acaba tirando el mapa al suelo porque no sabe interpretarlo. El caso es que el conductor del camión perdió los nervios. No podré olvidar jamás ver a ese hombre bajar del camión medio llorando y con algo en la mano gritó "¡lo he arrancado!". Sí, amigos, había arrancado la palanca del cambio de marchas. Aún nos preguntamos (como he dicho, creo que sucedió en realidad, por eso utilizo la primera persona del plural...) cómo pudo hacerlo, pero lo hizo. Había arrancado la palanca del cambio de marchas. Para flipar.