Tuesday, March 31, 2015

YO ME GUSTARÍA


Se quejaba el otro día un amigo mío porque la gente se come las preposiciones cuando escribe en el móvil, por ejemplo, en lugar de decir “voy a hacer la cena”, alguno diría “voy hacer la cena”. Aunque también habría que incluir a esos que meten más preposiciones de las que toca, como por ejemplo, esos que se “creen de que” la vida es una mierda… La verdad es que duelen los ojos cuando uno ve esas cosas y los oídos cuando se oyen, pero bueno, son errores, para mí, perdonables si uno es consciente. Aunque, vamos, cometer un error siendo consciente de él roza el absurdo… Me desvío, como de costumbre. Todo esto viene al caso porque hay un error que, ya sea de manera consciente o inconsciente, se repite y me está matando. Encima, veo que ya se dice con total normalidad. Es más, a veces incluso puedes llegar a verlo escrito.  Me refiero a “yo me gustaría”. Exacto, “yo me gustaría”, así, sin coma entre “yo” y “me”. Parece que no, pero la coma tendría su razón de ser. Con la coma, podríamos pensar que la persona que habla va a decir algo y, al final, acaba diciendo otra cosa. Por ejemplo, “yo querría ir al cine” y cuando justo ha dicho “yo”, se lo piensa y dice “me gustaría ir al cine”. Es decir, sería un “yo, me gustaría” o un “yo… me gustaría” y al hablar se notaría una breve pausa, un cambio en la entonación… No sé, algo que nos hiciese darnos cuenta de que el interlocutor ha cambiado su frase mientras hablaba. Sin embargo, yo me refiero al “yo me gustaría” sin más, sin pausas. Un “yo me gustaría” igual que un “tú te gustaría” o “él le gustaría”. Fijaos si creéis que estoy loco, “todo el mundo le gustaría” algo. Supongo que se puede resumir diciendo que los idiomas cambian y muchos de esos cambios vienen de errores, pero es triste no usar el idioma correctamente y que salga de nuestras bocas cualquier cosa.

Monday, March 30, 2015

EDULCORANTE


Ostras, ahora cuando me pongo a tocar con la guitarra hasta consigo que suene decentemente. Es más, podría incluso componer una canción y, quizás, no produciría vergüenza ajena (nota mental: si la vergüenza ajena rigiese nuestras vidas, nos evitaríamos muchos problemas…). Bueno, más que una canción, debería decir la música de una canción porque las letras no son mi fuerte, que digamos. El caso, como decía es que podría llegar a hacer la música de una canción y no quedaría algo ridículo, pasaría los estándares mínimos del buen gusto musical. Sin embargo, tengo un problema. Ese problema se llama “trespercent”, perdón, se llama ¡aaaasúcar! (perdón, el espíritu de Celia Cruz me ha poseído durante unos segundos). Bueno, ni siquiera es ¡aaaasúcar!, porque si fuese ¡aaaasúcar!, yo mismo me diría “chaval, no suenas como Led Zeppelin, pero los discos de la Fania molan mucho”. Eso sí, habría que ir con cuidado y no caer en el “reagguetón” (nota mental: ¿aún existe o ya ha mutado en otra cosa?). Cuando digo que tengo un problema, me refiero a que tengo un problema de azúcar. ¡Azúcar! Como digo, no siento vergüenza ajena, pero cuando me oigo, me viene a la cabeza el tipo de música que, precisamente, ¡no me gusta! Lo único que quiero es un “riff” en plan “Whole lotta love” que se convierta en un clásico que acabe sonando en RAC105 (sic).

Monday, March 16, 2015

MARATÓN

Ayer fue el maratón de Barcelona. Quise levantarme pronto para ver pasar a los corredores. Pasaban cerca de casa y quería ver a los primeros, más que nada para ver a qué velocidad pasaban. Me los imaginaba pasando como una exhalación y, aunque en la televisión se les ve correr de prisa, en directo debe de ser espectacular. El caso es que nos plantamos mi mujer y yo en el kilómetro 20 o 21 para verlos pasar, justo a la mitad de la carrera y, ¿qué vimos? Pues a los últimos clasificados... Llegamos y vimos pasar a cuatro o cinco corredores que corrían..., bueno, caminaban... bueno, se movían a su manera... Y detrás de ellos la organización recogía conos, los medios de comunicación plegaban los cables, los barrenderos limpiaban la zona y las personas de la zona de avituallamiento daban agua a los espectadores.
El caso es que al observar a los últimos corredores del maratón pensé que lo mejor hubiese sido dejarlo. Es más, no haberse presentado. Está bien esta moda de correr y querer superar los límites de uno, pero para superar esos límites hay que prepararse. Prepararse a fondo. Quiero decir que si yo quiero escalar el Everest, tengo que hacer una gran preparación, sino, mejor me quedo en casa. Con esto pasa algo parecido; si a mitad de camino (en este caso, 20 kilómetros...) vas caminando o arrastrando los pies, mejor lo dejas. O como he dicho, ni te presentes. De lo contrario, vas a hacer que haya cientos de coches parados en la Meridiana esperando a que pases.