Sunday, July 24, 2011

MEADAS Y CAGADAS

El otro día mi amigo Marc me dijo que le habían regalado un perro, uno de esos que se ve tanto ahora, un bulldog francés o algo así. Le pedí medio broma, medio en serio que no lo sacase a pasear al parque* que tenemos delante de casa y me imagino que no lo hará; pero no por habérselo dicho yo, sino por no tener problemas con ningún padre o madre coraje.
El caso es que tengo un problema con las meadas y las cagadas, pero no, no voy a culpar ni a los dueños ni a los perros porque sé que es una guerra perdida. Voy a culpar a los que no tenemos perro y al ayuntamiento. En el caso de los que no tenemos perro porque estoy harto de que la gente pise las cagadas y las vaya esparciendo por toda la calle. Odiamos los excrementos de perro, así que si los pisas, no te limpies el calzado arrastrándolo por la acera. Por otro lado, las meadas. Sí, las meadas. Nunca pensé en lo molestas que podían ser hasta que me vine a vivir a Sant Andreu. Los perros mean y se va todo calle abajo creando, en ocasiones, unos charcos que no hacen ni las tormentas de verano. Por favor, Trias, crea brigadas que sea dediquen a limpiar las meadas y si no puede ser, dímelo y me compraré unas botas de agua.

* es curioso el diferente uso que puede tener un espacio público en función de la hora que sea. En este caso, por la mañana los perros dejan sus meadas y sus cagadas, por la tarde los niños se comen esas meadas y esas cagadas bien mezclado todo con tierra y por la noche, los jóvenes que se inician en la bebida dejan la bilis encima de esos restos de meadas y cagadas. Al día siguiente, igual. Es el ciclo de la vida.

Sunday, July 10, 2011

CENANDO CON PACO PIL

A las nuevas generaciones, este nombre puede que nos les diga nada, pero a la gente de mi edad, como mínimo, el nombre le suena. Sí, anoche cené con el mitiquísimo Paco Pil. Bueno, no exactamente, pero casi. Quedamos para cenar con unos amigos y al cabo de un rato vinieron tres personas que se sentaron en la mesa que había a nuestro lado, empezaron a hablar y, de repente, fue como si estuviera con mi amigo Óscar: la voz del amigo Paco no me dejaba oir mis pensamientos. El caso es que, como yo estaba en una esquina y las conversaciones de mi mesa o no me interesaban (escuchar al Vincent hablar de fútbol, me gusta, eso sí) o no las oía, pues puse la parabólica en funcionamiento y cuál fue mi sorpresa cuando me enteré de que era Paco Pil. Sí, sí, el de las pastillas verdes, rojas y amarillas (vamos, creo que ese "temazo" era suyo). A pesar de la voz de megáfono que tiene, la verdad es que no oí gran cosa de lo que dijo, excepto que había perdido algo de gran valor. Pues nada, Paquito, espero que lo recuperes.