Aunque no lo parezca, en
su momento, esto fue una moda y ahora se ha convertido en una tradición. Si no
recuerdo mal, a finales del siglo XIX o inicios del XX hubo excedentes de uva y
los productores decidieron hacer una campaña para que la gente los comprase
para comer en Navidad. Un grano de uva por cada campanada (u hora o… no sé) y
tachán… tenemos las famosas uvas de Nochevieja.
Me encanta la uva, hay
pocas cosas mejores que comer uva bien fresquita en verano, sin embargo, lo que
se come en Navidad es asqueroso: no hay jugo, la piel se te pega al paladar,
las pepitas parece que se multipliquen… Lo que me gustan para verano es inversamente
proporcional a lo que las odio en Navidad.
Pues eso, algo que empezó
como una moda (o algo así) se ha convertido en una tradición, que como muchas
otras tradiciones no se remonta a siglos, sino más bien a unos pocos años.
Por último, sólo quiero
añadir que esta es la primera sección que doy por finalizada. Ya sé que a nadie
le importa el motivo, pero lo explicaré. Ayer escuchaba la radio mientras
conducía y oí como Sergi Pàmies decía algo así como que “… hay muchas
estupideces que se convierten en moda”. Lógicamente, mi reacción fue frenar en
seco para echar unas lagrimillas: me había dado cuenta de que no estaba sólo en
esta cruzada.
que te gusta un drama...
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