Monday, April 09, 2012

UN FRACASO MONUMENTAL

Hace dos años que jugué mi último partido de fútbol y tengo muchas ganas de echar una pachanguilla, a pesar de saber que a los cinco minutos me arrepentiría, pero bueno (mi última experiencia fue un poco traumática). Me gusta (o gustaba) mucho jugar a fútbol y siempre que paso junto a niños que le dan a la pelota, sólo pienso en que me llegue para poder devolvérsela (con el pie, claro). Me encanta. Recuerdo que el otro día estuvimos en casa de mi amigo Óscar jugando con los niños a centrar y chutar a portería y fue muy divertido, es más, algunos (o muchos) de los mejores momentos de mi vida los he pasado con el fútbol y diría que mis mejores amigos los he conocido gracias al fútbol (espero que nadie se sienta ofendido… Ahora que lo pienso, seguro que no). Sin embargo, siendo verdad que el futbol m’ho ha donat tot (Johan dixit), cuando lo pienso con un poco de detenimiento, tengo la impresión de que también me ha hecho pasar los peores momentos de mi vida.
En el fondo, sólo he disfrutado del fútbol jugando en ligas de barrio, campeonatos de verano, partidos de patio y en mis sueños, que también cuenta. Cuando repaso mi “carrera” futbolística, lo que veo es la historia de un fracaso, de un monumental fracaso. No digo que hubiese sido internacional, evidentemente, pero si veo que no di todo. Por el motivo que fuese, pero no di todo. Recuerdo que siempre pasaba muchos nervios, nervios que me agarrotaban y no me dejaban jugar con soltura. Es más, de toda mi “carrera” futbolística, sólo un año fue anormal, por lo bueno que fue, claro, el resto, fue normal, o sea, nervios, más nervios y vuelta a casa pensando qué iba mal. La verdad es que, a veces, pensaba “por favor, dadme el 2 de patán”. Recuerdo que un año de la necesidad hice virtud; con tal de no cagarla, me dedicaba a jugar a un toque, me llegaba la pelota y la devolvía a la primera. Yo jugaba y pensaba “Dios mío, qué malo soy”, sin embargo, al final de la temporada, me enteré de que mi entrenador me admiraba por eso, por jugar al primer toque. Otro año recuerdo que chupé mucho banquillo, creo que no salí ni una sola vez de titular y, al final, llegó un momento de la temporada en que pensaba “por favor, no me hagas salir a calentar, no quiero jugar”. 
Sí, recuerdo que pasaba muchos nervios y no jugaba nada bien, creo que era una cuestión mental, sólo mental, los mínimos requisitos técnicos los cumplía de sobras, pero la cabeza me fallaba, por eso me gustan los deportistas, en concreto, futbolistas, que tienen una mente a prueba de bombas. Pienso en Raúl y recuerdo que decía que quería ser el mejor del mundo, probablemente, no lo consiguió, pero cada vez que venía al Camp Nou, nos cagábamos; pienso en Eto’o, un tío que decía merecer ser titular en el Madrid y al final lo fue en el Barça y gran parte de este gran Barça de los últimos años se le debe a él; pienso en Puyol, un auténtico tuercebotas que probablemente ha llegado donde ha llegado por su cabeza. Y, pienso en mi amigo Manel, que era malísimo y, aun así, nos metía unas broncas que flipábamos. Bueno, en este caso lo que tenía de cuestión mental era locura transitoria, de principio a final del partido…

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