Mi ejemplo era Busquets. Busquets padre, Carlos. O sea, el portero. Carlos Busquets se distinguía por su juego de pies y nula capacidad para detener chutes a puerta. Recuerdo que si me tocaba ponerme de portero jugaba adelantado, en plan Ter Stegen. Para no aburrirme, subía mucho y pedía que me pasasen la pelota, lo malo es que, como he dicho, si chutaban, no las paraba. Pero en definitiva, Busquets y yo fuímos adelantados a nuestro tiempo. Incomprendidos, pero adelantados a nuestro tiempo.
En la defensa pondría a cuatro, sería un 4-0-1, lo que viene a ser plantar el autobús o táctica cerrojillo en argot bianconero. En el lateral derecho pondría a un tío que se parecía mucho a un exjugador del Barça. A simple vista, seguro que más de uno dirá que no se parecían porque uno era alto y el otro bajo, uno zurdo y el otro diestro, uno era negro y el otro blanco, uno estaba cuadrado y el otro era rechonchete, uno se llamaba Winston y el otro Manel (al cual llamaremos Manel rubio, ejem); pero había algo que les unía por encima de todas esas diferencias: eran igual de malos. Como central, pondría al gran Noel, el hombre que era ambidiestro. Sí, sí, como Dembele, pero en malo. Recuerdo que un día nos faltaba gente para jugar y el Sergio trajo a un familiar político que se nos presentó como si fuese Ronaldinho y resultó ser Romerito (con todos mis respetos hacia Romerito…). Jugó ese partido y no le vimos el pelo nunca más. Nunca supimos si realmente era ambidiestro. Hace un tiempo le pregunté al Sergio qué era de él y si no recuerdo mal me dijo que se había ido a vivir fuera de aquí. A impartir magisterio futbolístico, seguro.
Durante mi carrera peidolística, se me conocía en las canchas como Mano de madera por el poco juego de muñeca que tenía. Pues bien, esa madera es la que sobró cuando ¡al Manel le hicieron la cintura! (a quien llamaremos Manel moreno, ejem…) Un tío con planta de central: alto, fuerte, guapo… Perdón, lo de guapo no nos importa para esto del fútbol. Decía que alto y fuerte. Había jugado a baloncesto y se le tenía por alguien ágil y rápido, deportista en definitiva. A la hora de la verdad, era como aquellos centrales ingleses de antaño. Si pasabas cerca, te podía matar, pero su juego de cintura brillaba por su ausencia: no es que le costase, es que no podía girarse. Y como lateral izquierdo pondría al Óscar, hermano del Manel (moreno). Era malo, muy malo, pero es la única persona capaz de hacerse amigo del contrario y eso tiene mérito. Además, de todos los mencionados hasta ahora es el único que marcó y encima ¡de cabeza!. Eso sí, anulado después. Pero marcó.
Y para acabar este equipo de pesadilla, el Bugno en la delantera. Recuerdo que en esa época me recordaba a Kanu porque eran altos, delgados, sabían manejar la pelota… También recuerdo que la Pulga me decía que no valía para el equipo, que en el patio del colegio lo hacía bien, pero en una liga, digamos, seria no haría gran cosa. Yo le decía que se equivocaba, que lo haría bien. Pues bien, fue nuestro Arda Turan. Estaba ahí, no se quejaba, venía a jugar, pero nada de nada. Eso sí, dejó para el recuerdo uno de los goles más celebrados del bianconerismo: el gol de la monojugada. La monojugada consistía, básicamente, en intentar regatearse a todos los contrarios haciendo croquetas. Nunca lo consiguió, excepto un día en que se regateó a todo el equipo contrario y metió gol. Alucinante.
Pues este es mi particular equipo de pesadilla: tú les pasabas la pelota y nunca sabías qué te iban a devolver.
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