Monday, June 27, 2011

VIGOREXIA

Este fin de semana quizás quedo con viejos amigos del colegio, pero parece que uno de ellos no vendrá porque tiene una carrera de 84 kilómetros por la montaña. Tengo la impresión de que el deporte se ha puesto de moda y se han malinterpretado sus beneficios. Está claro que hacer ejercicio es bueno para la salud y, encima, divertido, sin embargo, desde hace tiempo veo que más que hacer deporte, lo que se lleva son ejercicios de dureza extrema (o casi) y cuanto más raros, mejor.
Si hiciese un repaso de la vida deportiva del ciudadano medio, creo que sería algo así: en el colegio hace deporte, aunque no le apasiona y si, encima, es chica, entonces, directamente, le parece una pérdida de tiempo, con lo cual, siempre busca alguna excusa para no hacer gimnasia, uy, educación física. Como de momento es joven, no pasa nada, la naturaleza le mantiene con buen aspecto y con nada o poca barriga. Eso sí, su cajetilla diaria de tabaco siempre está a punto, todo el mundo sabe que es un gran signo de madurez o una especie de porque-yo-lo-valgo.
Cuando entra en la veintena, no hace nada de deporte y sigue con su cajetilla diaria. Te lo encuentras un día por la calle y piensas “Dios mío, ¿este tío (o tía) era de la jet set…?”. Te miras en el espejo y piensas que eres un afortunado.
Cuando roza la treintena, observa como empiezan a aparecer algunas canas. Sí, son pocas, pero es la señal inequívoca de que el tiempo pasa, además, ha llegado el verano y quiere tener buen aspecto (sí, sí, como antaño), pero se da cuenta de que, a pesar de que sigue sin tener barriga, esta ha aumentado y no parece dispuesta a irse sólo por dejar de tomar café por las tardes. Eso sí, el café de la mañana es sagrado porque como dicen, si no, no son personas y la cajetilla diaria de tabaco sigue como el primer día.
Al cumplir los 30, definitivamente se da cuenta de que el tiempo pasa, los kilos de más son evidentes y la famosa cajetilla diaria de tabaco no le permite subir un piso andando, así que, toma una decisión drástica: hacer deporte y dejar de fumar. Decide apuntarse al gimnasio y se da cuenta de que le gusta. Además, ha conocido a alguien que corre. Empieza también a correr y un día se inscribe en una de esas carreras populares. Le gusta y hace una cada domingo hasta que un día, de repente, te lo encuentras en el metro y te dice que hace maratones, bicicleta de montaña y que va camino del aeropuerto porque va a escalar la pared más vertical del mundo que se encuentra en el lugar más recóndito. Evidentemente flipas y aún más cuando se queja del olor a tabaco. Claro, ha dejado de fumar y como todo el mundo sabe, no hay nada peor que un exfumador. Así que, ahora tenemos a nuestro (o nuestra) protagonista convertido en el mejor deportista del mundo. Vamos, que ni Dan O’Brien.
Pero no os engañéis, como he dicho, se han malinterpretado los beneficios del deporte. El deporte en exceso es malo, no hay que machacar el cuerpo como si uno fuese a participar en los Juegos Olímpicos.

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