Cuántas veces hemos oído eso de que la felicidad se encuentra en los pequeños placeres de la vida y no seré yo quien diga lo contrario, aunque sí creo que se disfrutan si las necesidades básicas (que se resumen en tener un puesto de trabajo) están cubiertas. Y como esto de las listas me encanta (creo que ya lo he dicho alguna vez...), pues allá voy con esas pequeñas cosas de la vida que hacen que pueda ser maravillosa.
Sin seguir ningún orden especial, empezaré por el periódico. Me encanta leer el periódico. Recuerdo cuando era pequeño e iba en el coche con mi padre a jugar a fútbol que me leía el Sport de cabo a rabo. De hecho, mis primeros recuerdos de lectura son con el Sport. Desde hace unos años, mientras como en el trabajo me conecto a Internet para leer el periódico (encima gratis, alucinante) y es como "por favor, no molestar". Sí, la próxima vez que vaya a un hotel, me llevaré el cartelito y lo colgaré en la silla para evitar que me interrumpan.
Otro gran placer es que me toquen el pelo. Cuando era pequeño (y no tan pequeño...) ponía la cabeza en el regazo de mi madre ("regazo" y "madre" son palabras que quedan de maravilla en la misma frase, ¿eh?) y le pedía que me tocase el pelo. Desde hace unos años, y a pesar de que se lo sigo pidiendo de vez en cuando, le toca a mi novia masajearme la cabeza casi cada día (es que yo me salté la media vicentina de polvo cada tres días y mamada cada dos...).
Mi tercer placer tiene que ver con la comida. En concreto, los desayunos de fin de semana. Ñam, ñam... Qué lujo. Mi leche con colacao, mis magdalenas, mis cereales, mi nocilla... Nada de chorizo o huevos fritos. Cuando se desayuna, se desayuna con algo dulce. Me levanto por la mañana, me pego una ducha y, hala, a desayunar. Es más, cuando salía de fiesta, antes de irme a la cama, desayunaba, más que por hambre, por el placer del desayuno.
El siguiente es (tachán) ¡mi teléfono! Era bastante reacio a cambiar mi antiguo teléfono por uno de esos inteligentes, pero al final lo hice y qué puedo decir. Me encanta. Están conectado con los amigos y tienes Twitter, que es la octava maravilla. Se lo recomiendo a todo el mundo; sigues a las personas que te gustan y puedes estar horas mirando cosas y más cosas. Además, estos teléfonos son la solución a las aburridas y interminables esperas en médico o en el mercado. Que tienes que esperar 15 minutos, pues nada, al teléfono.
Y de lo último en cuanto a tecnología a algo más antiguo, pero igual de maravilloso o más: la radio. Recuerdo cuando veía a mi padre escuchar en la cama al Butano y pensaba que "eso era para gente mayor". Madre mía, que equivocado estaba, a los 16 años empecé a escucharla y ya no he parado. Sobre todo, me encanta por la noche en la cama y, a poder ser, en fin de semana. Eso sí, mi recomendación es una radio de esas viejas analógicas (son analógicas, ¿no?); vas moviendo el dial y siempre te llevas alguna sorpresa, una canción que te gusta y que hacía años que no escuchabas o una conversación interesante sobre algo que no te interesa, pero que te engancha (no, no me refiero a "Hablar por hablar"...).
Saturday, May 25, 2013
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