Como decía, tomábamos algo en esa terraza, cuando desde la calle perpendicular a la de nuestra terraza asomaron dos o tres camiones de mudanzas. Ahora ha cambiado, pero en ese momento, los coches aparcaban a los dos lados y dejaban un pequeño hueco para que pasasen los coches. En este caso, camiones. Recuerdo, pues eso, unos camiones pasando y lo siguiente... un camión atascado. Sí, como suena. No sé cómo, pero un camión se había quedado atascado y no había manera ni de tirar adelante ni de tirar atrás. La gente mirando el espectáculo, los compañeros dándole consejos para sacar aquel trasto de allí... No había manera.
Cuando alguien pierde los nervios, lo peor que puede suceder es que se suponga que no puede perderlos. No sé, es como si te pierdes en la montaña y el guía acaba tirando el mapa al suelo porque no sabe interpretarlo. El caso es que el conductor del camión perdió los nervios. No podré olvidar jamás ver a ese hombre bajar del camión medio llorando y con algo en la mano gritó "¡lo he arrancado!". Sí, amigos, había arrancado la palanca del cambio de marchas. Aún nos preguntamos (como he dicho, creo que sucedió en realidad, por eso utilizo la primera persona del plural...) cómo pudo hacerlo, pero lo hizo. Había arrancado la palanca del cambio de marchas. Para flipar.
No comments:
Post a Comment