Monday, June 26, 2017

SIESTA

Creo que la siesta es maravillosa, sobre todo, cuando no me la puedo echar. En España, después de comer y con todo el sol apetece dormir un rato. Cuando íbamos de vacaciones a la parcela de mis abuelos recuerdo que era un momento sagrado, no se podía hacer ruido porque todo el mundo dormía. En aquella época, con la energía a tope no me hacía falta echarme la siesta; era acabar de comer y preguntarnos “bueno, ¿ahora qué toca?, ¿fútbol, piscina, bicicleta...?”. Con el tiempo, empecé a encontrar los beneficios de la siesta. Fue en BUP. Muchas tardes no tenía clase y me entraba sueño, así que, me ponía a dormir. Pero a dormir horas. No sé, dos horas, alguna vez incluso tres. Me sentaba de maravilla, pero a la vez, me dejaba peor. Me despertaba en plan “¿dónde estoy?”. Solamente al cabo de unos segundos caía en la cuenta de que me había echado una siesta y estaba en casa. No sé si reparadora, pero una siesta al fin y al cabo.  Con esas me meto en el mundo laboral… Es ahí cuando empiezo a tener problemas con la siesta. Compagino los estudios con el trabajo a jornada completa y el día se me hace largo, muy largo. Me duermo, pero más o menos, se me hace llevadero. Actualmente ya no estudio, pero me sigo durmiendo. En el trabajo hago clases de francés y me sabe mal por el profesor, pero me duermo. Hago el viejo truco de taparme los ojos para que no haya contacto visual con nadie mientras hago ver que miro mis apuntes. Pero no, estoy en el límite entre la consciencia y el sueño. Probablemente, más cerca del sueño que de la consciencia… Por eso digo que la siesta es maravillosa, sobre todo, cuando no me la puedo echar; es en esos momentos cuando desearía poder cerrar los ojos unos minutos y dormir, pero no, no puedo, estoy en el trabajo y pienso “con lo buena que es la siesta y no puedo echármela”. El caso es que desde hace años le digo a todo aquel que me quiera escuchar que lo que necesita mi empresa (cualquiera, vaya) es una sala con butacas cómodas y la luz bajita para que uno se eche una cabezadita. Está muy bien eso de tener una mesa de ping pong y una consola para jugar, pero no, lo importante es tener una sala para dormir un rato. Solamente 10 o 15 minutos, lo justo para recuperarte y afrontar la tarde laboral con garantías. Pues bien, he visto en el periódico que ya hay una empresa que ha abierto un local para echarse la siesta. Uno alquila la cama por minutos y, hala, a echarse una cabezadita. Lo curioso del caso es que, a pesar de que la siesta no suele estar muy bien vista fuera de España ha sido una empresa extranjera la que ha montado el tinglado. Y es que, los negocios y las malas costumbres no están reñidos.

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