El sábado pasado estuve en Andorra, el país del Pirineo, el único estado del mundo que tiene como única lengua oficial el catalán, lo cual me llena de orgullo y satisfacción. Pero no quería hablar de eso, sino de las tiendas de Andorra la Vella, su capital. Si por algo es conocido ese país es por sus pistas de esquí y por las compras que se puede hacer allí, todo el mundo va allí siempre. Parece ser que antes los precios eran más bajos y quién no fue allí durante la maravillosa década de los 80 a comprar tabaco, azúcar, leche, productos electrónicos… De hecho, mi primer “walk-man” fue andorrano, bueno, se le llamaba “walk-man” por llamarlo de alguna manera porque por tamaño sí pasaba como tal, a pesar de que no volví a ver otro con altavoces… Qué tiempos de colas interminables en la aduana, de miedo a ser escogido y hacerte vaciar el coche entero para ver qué había dentro. Ahora, sin embargo, ya no es lo mismo, escogen a unos pocos y, mientras, el resto va pasando a Ejpaña.
Una curiosidad que tiene Andorra es que hay una carretera que te lleva a un pueblo español, pero al que sólo se puede acceder entrando en Andorra. Es curioso, no sé si sucede en algún otro sitio, pero pocos deben de ser.
Pero bueno, volviendo a las tiendas andorranas, debo decir que creo que si no compras allí, no compras en ningún otro sitio. Es el último reducto que le queda al capitalismo para conseguir que aquella gente que no es compradora habitual, compre algo. Y bueno, no hace falta que diga que si uno es comprador compulsivo, Andorra es su sitio (o no, según se mire…). Andorra es para el comprador compulsivo, lo que Las Vegas será para un ludópata. Afortunadamente, aún no he caído ni en la compra compulsiva ni en el juego.
Tuesday, April 29, 2008
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