Pelo. Bueno, vello, para ser más exactos, aunque no dejan de ser lo mismo. Al nacer, si hubiese podido hacerme a la carta, hubiese pedido que me quitasen todo el pelo, excepto el de la cabeza y el de la barba (por si algún día decido dejarme una perilla o algo así). El caso es que el resto del pelo del cuerpo no me gusta nada; en las axilas, en el pecho, en la espalda (arghh...), en las piernas y... en la entrepierna. Afortunadamente, no soy de esos que parece un oso (por lo del pelo, no por ser gay...), pero lo odio, si pudiese me lo quitaría todo, aunque eso del láser hace que me eche atrás. Recuerdo que un día comentaba con unos amigos la jugada y había disparidad de opiniones. Evidentemente, dije que no me gustaba el vello, sobre todo el de la entrepierna.
Es curioso porque ahora todas las mujeres se depilan, pero antes nada de nada, y algo parecido pasa con los hombres. Antes todo el mundo iba con su buena mata de pelo y ahora, a la mínima que asoma un pelillo, es expulsado del grupo de amistades.
Hay personas que dicen que es poco higiénico porque aquello se llena de mierda (literalmente) y otras dicen que queda mejor sin un solo pelo. Sin embargo, hay otro motivo que me gusta más y que, quizás, es algo más prosaico: dice un amigo mío, llamésmole Vicente GTI, que así, ellas se la comen con más ganas.
Saturday, May 09, 2009
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Cuánto daño ha hecho la moda gay...
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