La verdad es que nunca me ha gustado carnaval, ni de pequeño ni de mayor, aunque debo decir que no tengo un mal recuerdo de esas rúas que hacíamos por el barrio todos los alumnos del colegio. Ya de mayor, directamente, dejé de disfrazarme, excepto una vez, en 1998, que me disfracé junto con un grupo de amigos de "spice girl". Fue todo un éxito, conseguimos el segundo premio en un concurso, sólo por detrás de un tío que iba disfrazado de William Wallace en la película "Braveheart". Creo que fue un premio justo, era inmejorable.
El otro día recibimos todos los empleados de mi empresa un mensaje de correo electrónico diciendo que el día 12 nos podíamos disfrazar para celebrar carnaval. No hace falta que diga que ni se me pasó por la cabeza hacerlo, de hecho, lo olvidé al minuto siguiente. El caso es que hubo gente que sí se disfrazó y cuál fue mi sorpresa al ver a una chica con unos cuernos de demonio. Yo tengo un gran sentido del ridículo y nunca se me hubiese ocurrido ponérmelos, sin embargo me hizo gracia verla con ellos puestos, eso sí, si su superior la hubiese abroncado la situación habría sido surrealista, pero todavía más humillante.
Saturday, February 13, 2010
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