El otro día recibí una carta de Diego Ribera:
"Hay veces en que es mejor estar callado, ayer se me ocurrió juntar en la misma frase las palabras "árabe" y "salvaje" y salí masacrado por un compañero de trabajo. Intentaré repetir, al menos en esencia, el mensaje:
“Estos son esto, esos son aquello. A veces me gustaría saber qué imagen tienen de los europeos en el resto del mundo y creo que las dos palabras que usarían sería hipócritas y falsos. Recuerdo que hace casi veinte años, el Gadafi este era visto como el demonio y unos años después se fotografiaba junto a presidentes de gobierno europeos: con unos porque era un importante proveedor de gas natural y con otros porque su gobierno evitaba la entrada de inmigrantes en Europa. Ahora, y después de las revoluciones en los países árabes, vuelve a ser el loco excéntrico de hace dos décadas. No le voy a defender porque la verdad es que está loco, pero la manera de tratar en Europa a estos personajes es un tanto hipócrita y falsa. De hecho, creo que a los gobiernos europeos les da igual si mata a su población o no, lo que realmente les interesa es que el gas natural llegue y los inmigrantes se queden lejos de Europa. A veces los gobiernos parecen un reflejo de su población.”
No sé si tiene razón, pero como estoy harto de oír que la culpa de todo lo que pasa en el mundo es de Europa, voy a pedir que Europa deje de ser el policía del mundo (con permiso de Estados Unidos) y que cada país resuelva sus problemas como buenamente pueda.”
Yo tampoco sé quién tiene razón, pero lo de los países árabes me recuerda a una frase de "V de Vendetta".
Sunday, March 27, 2011
Thursday, March 24, 2011
LA GRAN BOLA DE MERDA
En la entrada sobre mis programas de televisión favoritos, olvidé hacer dos menciones especiales, Arròs covat y El intermedio. Debido a las prisas, se me pasó. Sobre El intermedio, pues nada, que me ha hecho pasar noches tremendas, me he reído a carcajadas, pero dejé de verlo hace tiempo y ahora, pues sólo de vez en cuando me paro a verlo unos minutos. Sin embargo, quiero hablar sobre Arròs covat, serie del Canal-33 que descubrí una noche de casualidad y que a los 30 segundos supe que me iba a gustar.
Es una serie de dibujos animados que explica la vida de Xavi Masdéu, un modernete típico de Barcelona que tiene unos 30 años y siente que, a pesar de ser adulto, aún no tiene una vida, digamos de adulto. Es ese tipo de personaje con el que todos, de una manera u otra nos identificamos: a veces parece un perdedor, suele cagarla con las tías y sólo se fijan en él las locas o excéntricas, tiene un trabajo que de un momento a otro parece que vaya a perder... La verdad es que, a pesar de que parece dirigida al público más gafapasta (y Barcelona está llena...), cualquiera, como he dicho, se puede sentir identificado. Todo, siempre, claro, con un toque de humor. Vamos, más que un toque de humor, la serie es una especie de comedia con momentos amargos que se digieren mejor gracias a eso, su humor. De hecho, ese fue uno de los motivos que me enganchó a la serie. Sin embargo, el otro día, acabó la segunda temporada y me he vuelto a hacer la misma pregunta: ¿por qué los, digamos, artistas siempre quieren hacer algo "bueno" y se ponen serios? No, no y no. La gracia de la serie era que todo estaba adornado con un gran toque de comedia que hacía que las cosas, a pesar de ser serias, no lo fuesen tanto. Pero en la segunda temporada... jolín, que quería pasármelo bien, reirme, partirme la caja, no quería ver al gran Xavi Masdéu yendo a visitar a una psicóloga que parecía la reencarnación de la tieta Paquita.
Juanjo Sáez, la has cagado, pero no te preocupes, la serie ocupa un huequecito en mi peqeño y humilde corazón, que bombea poco, pero bombea.
Es una serie de dibujos animados que explica la vida de Xavi Masdéu, un modernete típico de Barcelona que tiene unos 30 años y siente que, a pesar de ser adulto, aún no tiene una vida, digamos de adulto. Es ese tipo de personaje con el que todos, de una manera u otra nos identificamos: a veces parece un perdedor, suele cagarla con las tías y sólo se fijan en él las locas o excéntricas, tiene un trabajo que de un momento a otro parece que vaya a perder... La verdad es que, a pesar de que parece dirigida al público más gafapasta (y Barcelona está llena...), cualquiera, como he dicho, se puede sentir identificado. Todo, siempre, claro, con un toque de humor. Vamos, más que un toque de humor, la serie es una especie de comedia con momentos amargos que se digieren mejor gracias a eso, su humor. De hecho, ese fue uno de los motivos que me enganchó a la serie. Sin embargo, el otro día, acabó la segunda temporada y me he vuelto a hacer la misma pregunta: ¿por qué los, digamos, artistas siempre quieren hacer algo "bueno" y se ponen serios? No, no y no. La gracia de la serie era que todo estaba adornado con un gran toque de comedia que hacía que las cosas, a pesar de ser serias, no lo fuesen tanto. Pero en la segunda temporada... jolín, que quería pasármelo bien, reirme, partirme la caja, no quería ver al gran Xavi Masdéu yendo a visitar a una psicóloga que parecía la reencarnación de la tieta Paquita.
Juanjo Sáez, la has cagado, pero no te preocupes, la serie ocupa un huequecito en mi peqeño y humilde corazón, que bombea poco, pero bombea.
Monday, March 07, 2011
EL DÍA DE MAÑANA
Mañana se cumple un año de la gran nevada que hubo en Catalunya; uno de los días más alucinantes que he vivido. Lo que empezó como una gracia para unos cuantos se acabó convirtiendo en una pesadilla para muchos. Recuerdo que los dos días anteriores había estado en la montaña con unos amigos pasando el fin de semana y por la radio recomendaron volver a casa antes del mediodía porque sabían que algo gordo se preparaba, sin embargo, se equivocaron por un día y me pilló estando en el trabajo. Entonces podía escuchar la radio sin problemas y me enteraba de como la cosa se iba complicando con el paso de las horas; miraba por la ventana y cada vez había más nieve y, claro está, más coches.
La cosa se complicó tanto que al final nos dejaron irnos a casa una hora antes (¡uh, qué buenos fueron!) y cuál fue mi sorpresa cuando de repente me vi en esa película que se llama "El día de mañana": estaba todo desierto y sólo había nieve. Todavía flipando, me monté en el coche para ir a echar gasolina (no dejes para mañana...), por fortuna, la gasolinera que hay al lado de mi trabajo seguía abierta y pude echar mis 20 euros de rigor. Cuando volví de pagar, la luna delantera estaba llena de nieve y el viento no me dejaba casi moverme. Me monté en el coche y me dije "que sea lo que Dios quiera" y, en efecto, fue lo que Dios quiso: 4 horas y media dentro del coche.
A parte de habérmela jugado con la gasolina, tenía por otro lado un móvil sin batería... Envié un mensaje en plan "estoy vivo stop, no batería stop" y lo apagué. A partir de ese momento sólo tuve conexión con el mundo a través de la radio, estaba aislado. Es curioso, la caravana era enorme y todos estábamos aislados, nadie hablaba con nadie, todos metidos en nuestros coches con cara de resignación y pensando "¿esto es el primer mundo?". Parece ser que todo el mundo me llamaba y mi centralita, o sea, mi novia, decía que sólo sabía que yo estaba en la autopista metido en una gran caravana y sin batería.
Obviamente, las necesidades fisiológicas empezaron a aparecer y la gente decidió salir al arcén a orinar. Yo aguanté tanto como pude hasta que dije "no puedo más, salgo" y cuando puse un pie en el suelo estuve a punto de caer con lo cual, decidí quedarme dentro para evitar romperme la pierna y mearme encima. Sin embargo, el cuerpo no entiende de nieve y yo me notaba cada vez peor y con más ganas de mear. En ese momento, recordé que siempre que abría el maletero había una botella de agua, pero claro, ¿cómo la podía coger? Tenía que echar hacia delante el asiento trasero y rebuscar en el baúl en que se ha convertido mi maletero y con suerte, si estaba, dar con ella. La verdad es que no sé cómo, pero pude echar adelante el asiento y vi la botella. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, esa botella podía salvar mi vida. La cogí y vacié en el asfalto el agua que había, de manera disimulada me abrí la bragueta e introduje mi pene (rabo, nabo, picha, polla, tranca, pija, verga, chola, cola, porra, pito, mango, pilila, minga, cipote, carajo, tiene nombres mil, el miembro viril) y ayyyy, qué bien. A partir de ese momento, todo fue esperar a que la enorme caravana avanzase para cerca de cinco horas después llegar al hogar, dulce hogar.
La cosa se complicó tanto que al final nos dejaron irnos a casa una hora antes (¡uh, qué buenos fueron!) y cuál fue mi sorpresa cuando de repente me vi en esa película que se llama "El día de mañana": estaba todo desierto y sólo había nieve. Todavía flipando, me monté en el coche para ir a echar gasolina (no dejes para mañana...), por fortuna, la gasolinera que hay al lado de mi trabajo seguía abierta y pude echar mis 20 euros de rigor. Cuando volví de pagar, la luna delantera estaba llena de nieve y el viento no me dejaba casi moverme. Me monté en el coche y me dije "que sea lo que Dios quiera" y, en efecto, fue lo que Dios quiso: 4 horas y media dentro del coche.
A parte de habérmela jugado con la gasolina, tenía por otro lado un móvil sin batería... Envié un mensaje en plan "estoy vivo stop, no batería stop" y lo apagué. A partir de ese momento sólo tuve conexión con el mundo a través de la radio, estaba aislado. Es curioso, la caravana era enorme y todos estábamos aislados, nadie hablaba con nadie, todos metidos en nuestros coches con cara de resignación y pensando "¿esto es el primer mundo?". Parece ser que todo el mundo me llamaba y mi centralita, o sea, mi novia, decía que sólo sabía que yo estaba en la autopista metido en una gran caravana y sin batería.
Obviamente, las necesidades fisiológicas empezaron a aparecer y la gente decidió salir al arcén a orinar. Yo aguanté tanto como pude hasta que dije "no puedo más, salgo" y cuando puse un pie en el suelo estuve a punto de caer con lo cual, decidí quedarme dentro para evitar romperme la pierna y mearme encima. Sin embargo, el cuerpo no entiende de nieve y yo me notaba cada vez peor y con más ganas de mear. En ese momento, recordé que siempre que abría el maletero había una botella de agua, pero claro, ¿cómo la podía coger? Tenía que echar hacia delante el asiento trasero y rebuscar en el baúl en que se ha convertido mi maletero y con suerte, si estaba, dar con ella. La verdad es que no sé cómo, pero pude echar adelante el asiento y vi la botella. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, esa botella podía salvar mi vida. La cogí y vacié en el asfalto el agua que había, de manera disimulada me abrí la bragueta e introduje mi pene (rabo, nabo, picha, polla, tranca, pija, verga, chola, cola, porra, pito, mango, pilila, minga, cipote, carajo, tiene nombres mil, el miembro viril) y ayyyy, qué bien. A partir de ese momento, todo fue esperar a que la enorme caravana avanzase para cerca de cinco horas después llegar al hogar, dulce hogar.
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