Leía una noticia hoy
sobre un presentador de televisión de Estados Unidos que reconocía
haber mentido sobre una noticia. Decía que durante la invasión de
Irak en 2003 él iba en un helicóptero que fue abatido por fuego
enemigo (mola, ¿eh?) y que el ejército americano le salvó de una
muerte segura (también mola, ¿eh?). Durante años había repetido
la historia hasta que la semana pasada, en un homenaje a un soldado,
uno de los que estaba en el helicóptero le dijo algo así como “pues
no recuerdo yo que fuésemos en el mismo helicóptero…” y partir
de ahí, pues nada, excusas, excusas y más excusas. Que si no sabe
qué le pasó por la cabeza, que si ha cometido un error… Sin
embargo, esta es la mejor excusa y, eh, yo acepto sus disculpas porque
también me ha pasado: "creo que la visión reiterada del vídeo en el que aparezco revisando la zona del impacto, y la niebla de la memoria después de 12 años, me hizo confundir un helicóptero con otro". Tío, te mereces tres hurras. Qué queréis que os diga, mis amigos y yo estamos llenos de aventuras de este tipo; repetimos tanto las cosas que, al final, nos miramos todos los unos a los otros en plan "pues no recuerdo yo que estuviésemos en la misma cama con esa tía...". Sin embargo, lo peor es cuando uno ha vivido una experiencia y con el paso de los años y con lo surrealista que fue, no sabe a ciencia cierta si pasó o todo fue fruto de la imaginación. Es más, ahora mismo no estoy seguro de si un camión se quedó atrapado en la calle Artesanía y y el conductor, impotente, solamente fue capaz de arrancar de cuajo el cambio de marchas... Y es que, la mente nos engaña.
Thursday, February 05, 2015
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