Monday, March 30, 2015

EDULCORANTE


Ostras, ahora cuando me pongo a tocar con la guitarra hasta consigo que suene decentemente. Es más, podría incluso componer una canción y, quizás, no produciría vergüenza ajena (nota mental: si la vergüenza ajena rigiese nuestras vidas, nos evitaríamos muchos problemas…). Bueno, más que una canción, debería decir la música de una canción porque las letras no son mi fuerte, que digamos. El caso, como decía es que podría llegar a hacer la música de una canción y no quedaría algo ridículo, pasaría los estándares mínimos del buen gusto musical. Sin embargo, tengo un problema. Ese problema se llama “trespercent”, perdón, se llama ¡aaaasúcar! (perdón, el espíritu de Celia Cruz me ha poseído durante unos segundos). Bueno, ni siquiera es ¡aaaasúcar!, porque si fuese ¡aaaasúcar!, yo mismo me diría “chaval, no suenas como Led Zeppelin, pero los discos de la Fania molan mucho”. Eso sí, habría que ir con cuidado y no caer en el “reagguetón” (nota mental: ¿aún existe o ya ha mutado en otra cosa?). Cuando digo que tengo un problema, me refiero a que tengo un problema de azúcar. ¡Azúcar! Como digo, no siento vergüenza ajena, pero cuando me oigo, me viene a la cabeza el tipo de música que, precisamente, ¡no me gusta! Lo único que quiero es un “riff” en plan “Whole lotta love” que se convierta en un clásico que acabe sonando en RAC105 (sic).

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