Es una probabilidad
bastante remota, pero podría ser que no viese más a mi amigo Juanma, también conocido como el cazador de hombres (desnudos y a poder ser, Braaaad) y, la
verdad, se me hace extraño. Está claro que si no nos volvemos a ver
será porque no hemos querido (más o menos como cuando hemos vivido
en la misma ciudad…), no por cualquier alineación extraña de los
astros. El caso es que, evidentemente y como en cualquier película
americana, me vienen a la cabeza un montón de ratos pasados juntos.
Los malos, mejor los olvidamos, pero los buenos… jolín, son
tantos. Recuerdo que cuando trabajaba de vigilante nocturno en un
aparcamiento, nos llevamos el ordenador (de cuando los monitores no
eran planos…) para echar unas partidas al PC Fútbol y entre
partido y partido se dedicaba a mover un coche aquí y otro allá. O
como cuando fuimos al pueblo de la Pulga para que el Sergio viviese
su primera experiencia homosexual (la segunda aún está pendiente de
culminar con Niño Becerra) o como cuando salimos un jueves de julio
(pequeña tradición que duró tres o cuatro añitos), cogimos un
taxi y dijimos “déjenos en Aribau, entre el 100 y el 102…” o
como cuando nos fuimos a hacer “la ruta” y en un extraño caso
digno de estudio, el tiempo se dilató hasta extremos infinitos
acabando la noche con una gran bronca. Good ol’ days.
Aunque bueno, siendo cierto que molan mucho los buenos ratos vividos, casi molan más los que tienen que venir, así que, con la intención de renovar el inventario de historias para no dormir y en un ejercicio de total inconsciencia, ya se está preparando la primera excursión a Al-Andalus: resacón
en Benalmádena.
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