Imparable.
Así es como me sentí la semana pasada. De repente, el
miércoles me dije “esta semana está siendo buena…”. Fue una
de esas semanas en que tienes la autoestima a prueba de bombas y, por
utilizar jerga futbolística, estás tocado por una varita mágica. "Allà on vas, triomfes". Estaba en el trabajo y todo lo que hacía o
decía era perfecto. Es verdad, era mi impresión, pero la intuición
me decía que sí, que todo me estaba saliendo muy bien. Es más,
el viernes, justo antes de irme a casa, veo un mensaje de mi jefa (de
mi súperjefa, de La Más Grande) felicitándome. Evidentemente, me
gustó la felicitación, sin embargo, no sabía (y aún, no sé) por
qué me felicitaron. ¡Hasta ese punto llegó la cosa!
El martes
fui al gimnasio y también triunfé. Salí pensando que había sido una buena
clase. Hay un ejercicio de técnica libre en el que más de una persona te rodea y te atacan. La verdad es que es un ejercicio que se me da
bastante mal: mi procesador (mental) suele entrar en un bucle y acabo haciendo todo el rato lo mismo y mi técnica es bastante
limitada. En fin, no destaco en esto del aikido.
Además, tuve la mala suerte de que mi maestro me dijo que empezase
yo, lo cual le añade un plus de dificultad; cuando no eres el
primero, siempre puedes “copiar” lo que ha hecho el anterior. Es más, eso es lo que yo hago siempre, me escondo en plan “que no me
vean” y suelo salir de los últimos, pero esta vez, no, fui el
primero. Y, ¡ostras!, teniendo en cuenta todo lo dicho pues me salió bien: fluido, sin
prisas ni nervios, variando las técnicas... Acabé y pensé “chaval,
has hecho el mejor randori
de tu vida”.
Acabé la semana jugando el partido de peidol de
rigor y, de nuevo, me tocaron con la misma varita mágica de antes, bueno, en este
caso, con una palita mágica. Ganamos el partido y me saqué de la
manga unos cuantos buenos golpes. Ni yo me lo creía. Llevo unas semanas jugando bastante bien, al menos, eso me parece.
Alguno dirá
que para qué escribo esto. Simplemente para hacer como el
protagonista de “Memento”: cuando se me olviden los buenos
momentos y pase por rachas malas siempre podré echar un vistazo a esta entrada y decir “¡al loro, que no estamos tan mal!”.
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