Ésta es una de las tres conclusiones a las que llegamos en nuestra breve pero intensa estancia en Dublín.
Anoche estuve viendo, juntos a unos amigos, las fotos del viaje que hicimos en marzo de este año a la capital irlandesa. Llegamos a la hora de la comida, bueno, de la comida española, claro, y nos marchamos el lunes por la mañana. se puede decir que estuvimos un día y medio, pero como he dicho, fue intenso. Lo primero que soprendió fue ver desde el avión que los campos de fútbol con hierba natural estaban por todas partes. Bueno, de hecho, esperaba que fuese así, pero claro, cuando uno viene de un sitio en el que los campos de fútbol son de tierra, pues alucina. Una maravilla, vamos.
Al llegar fuímos a nuestro lujoso hotel, que estaba en el centro y salimos a ver la ciudad. A mí me gustó y la gente parecía bastante tranquila, quizás porque era fin de semana, pero parecía bastante tranquila. Otra cosa que sorprendió fue que la empresa Guinness está por todas partes, lo cual, al final de nuestro viaje nos hizo llegar a nuestra segunda gran conclusión: Irlanda es de la Guinness. Me imagino que la empresa creció tanto que como ya no sabía qué hacer con el dinero, decidió comprarse el país para que sirviese de macrotienda para vender todos sus productos de mercadotecnia. Es la primera vez en la historia que comercio, cultura, arte y tradición se fusionan de tal manera que uno no distingue qué es una cosa de otra. Es más, es la paradoja de la liberalización: se han liberalizado tantos sectores, han conseguido tanto poder que ahora son capaces de comprarse un país. Por tanto, una duda me asalta: ¿Irlanda es una empresa del sector público de un país que se llamaría Guinness?
Bueno, cambiemos de tema. Por la noche fuímos a Temple Bar, que es el barrio de bares nocturnos y está bastante bien. Entramos en el Temple Bar, local que da nombre a la zona y deleitamos a los allí reunidos con algo del folklore hispánico. Volvimos al hotel y dormimos muy bien.
Al día siguiente hicimos una ruta de unos 20 km por toda la ciudad. Evidentemente, y debido al esfuerzo físico, tuvimos una baja y desde entonces no hemos vuelto a saber de él. Todos confíamos en que está bien, es muy espabilado. Ese día visitamos la sede de Guinness, el local en el que U2 grabó uno de sus discos e incluso vimos a un mafioso en su Hummer-limusina. Fue un gran día que rematamos por la noche yendo a ver la estatua de Phil Lynnot, de la banda Thin Lizzy. Qué tío más grande. De allí nos fuímos a cenar y fue en ese momento en el que llegamos a la tercera gran conclusión del viaje: el café irlandés no existe, o al menos, nosotros no lo vimos en ningún sitio. Si existe de verdad, que alguien me corrija. Después de llegar a esta tercera gran conclusión, volvimos al hotel a dormir porque al día siguiente nos volvíamos a casa, eso sí, habiendo dejado a un amigo en la isla.
Sunday, November 26, 2006
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment